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Poemas desde Guardabruma

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Poemas desde Guardabruma - Kindle Poemas desde Guardabruma apuesta por el verso libre, porque la vida es caos y no siempre rima. La temática de mis versos inflamaría de júbilo el corazón de Byron o Shelley, pero dos o tres estrofas sueltas podrían confundirse con las bellas palabras de Benedetti. Hablo de lo universal y de los específico, a mi propio estilo, porque me gusta: de la muerte, los huesos descarnados y blancos como el marfil, del olvido —invisible—, la soledad —mi compañera más leal—, el sentirse un extraño entre semejantes. De amores irreales. A veces, quizá sin mi permiso, estos poemas hablan también de las estrellas, del vacío cósmico, del nihilismo, del llanto que se propaga entre los astros, como un pájaro raudo que apenas podemos captar por el rabillo de nuestros ojos, anhelantes fosos que se marchitan en momentos rotos.

La Maldición de Westmire

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La Maldición de Westmire - Amazon Kindle Nueva publicación en Amazon Kindle de este relato de terror al estilo de Edgar Allan Poe y HP Lovecraft. Será gratuito los primeros días desde el lanzamiento. Recuerda que aunque no tengas Kindle, puedes instalar la aplicación en teléfonos y tabletas y ganar acceso a cientos de libros, entre ellos los que estoy publicando desde hace unas semanas. Todas las opiniones honestas y reseñas serán bienvenidas. Empezar es duro y cualquier apoyo me resultará de gran ayuda.

Libros publicados en Amazon

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Dicen que andando se hace el camino, y es cierto. Así que después de mucho escribir y reescribir, pensar y dudar, finalmente he optado por publicar algunos de mis relatos breves en Amazon.  Estos relatos han sido ligeramente revisados, con excepción de Los Cuatro Zorros, que ha sufrido muchas más modificaciones que el publicado originalmente en un blog diez años atrás. De cuando en cuando programo promociones, sobre todo en la semana de lanzamiento, para que sean gratuitos y ganar mayor difusión. Como en todo, se agradecen las opiniones.   Y46 Vrada: Atrapado en el espacio eBook : Gartei, Oscar: Amazon.es: Tienda Kindle La Diosa de Cuarzo eBook : Gartei, Oscar: Amazon.es: Tienda Kindle Los Cuatro Zorros: Un cruce de caminos eBook : Gartei, Oscar: Amazon.es: Libros

Sierpe Negra V

Llevaba ya unas cuantas horas de viaje pero no había visto ningún control de tráfico. Cuanto antes llegase a destino, menos expuesto estaría al peligro de darse de bruces contra una barricada inesperada. Por eso, aunque había trazado una hoja de ruta inicial, el hecho de ver la autovía desnuda de vehículos y desprovista de controles lo envalentonó sobremanera, y tomó la decisión de circular por ella en la medida de lo posible y estirar el viaje hasta Puigcerdá de una tirada, lo que serían en torno a diez u once horas de carretera al final del día. Avanzó por el norte de la península a buen ritmo, dejando atrás ciudades que había visitado en el pasado, como León y Burgos y algunos pueblitos pequeños de la región a los que les había cogido mucho cariño, como Vivar u Olmillos de Sasamón. Las cadenas montañosas del norte acompañaron gran parte de su periplo, incansables, orgullosas y estoicas como era de costumbre. Y desde el asiento del conductor aún podía ver de vez en cuando algún que o

Sierpe Negra IV

A la mañana siguiente, luego de una intempestiva noche de reflexiones, sobresaltos y pensamientos encontrados, Fergus emergió de la bruma nocturna con sólida determinación, dispuesto a iniciar su aventura a cualquier precio. En sus ojos ardía una llama sin igual, similar a la de un ejército que quema sus barcos una vez ha desembarcado en la tierra a conquistar. Todo estaba decidido; no habría vuelta atrás. Eran a penas las siete de la mañana cuando Fergus acabó de empaquetar lo esencial para el viaje: dinero, ropa y comida para el trayecto, además de algún que otro aparato electrónico que podría facilitar su misión. Pero todo sumamente frugal y ligero, que lo imprescindible cupiera en una mochila de treinta litros de capacidad, por si tenía que echarse campo a través, a la carrera. Iba vestido de una manera muy clásica y convencional, incluso se había puesto unas gafas de montura gruesa para darse un aire sobrio y formal, pseudointelectual, consciente de que las apariencias sí importab

Sierpe Negra III

Después de romper el ensimismamiento que lo embargaba, Fergus puso en marcha la centrifugadora mental que llevaba de serie. Una de las características de su ansiedad era que, por necesidad y autoconservación, tenía que pensar en todas las posibilidades y prepararse en concordancia a las mismas. Sí, Fergus pertenecía a esa clase de excursionista que, perdido en la naturaleza después de un largo día de senderismo, sacaba un segundo GPS de la mochila con la batería plenamente cargada, y luego regresaba al camino correcto sin despeinarse; para él no existían los imprevistos. Rara vez era tomado por sorpresa. Pero una cosa era preparase para lo más o menos cierto y probable, y otra era liarse la manta a la cabeza y aventurarse en terrenos desconocidos con problemáticas inciertas. Que siempre había querido ir a Suiza, a los Alpes, era verdad, claro que sí, pero la sola idea de pensar en hacerlo durante una emergencia global le metía una angustia en el cuerpo más difícil de tragar que una pie

Sierpe Negra II

-¿A qué te refieres? -le preguntó Alice, escéptica-. El mundo no se puede cambiar. Es como una vagoneta cuesta abajo, va sobre raíles y nadie puede pararla, Fergus. ¿Tienes idea de la cantidad de estrés que soporto encima de mis hombros cada semana en el trabajo, en la asesoría fiscal? ¡Podría llamarlo chaparrón de estrés incluso! -y no exageraba demasiado-. Pues ahora imagínate que dedicase mi tiempo libre a ser infeliz y a martirizarme por el destino del mundo con tus teorías. Vaya planazo, ¿eh? ¿Qué tal te suena eso? Venga, dímelo -quiso saber, crecida en su parecer. Aunque generalmente discreto a la hora de compartir sus creencias, Fergus emanaba un halo de antisistema imposible de ocultar. Pero era buen tipo y estaba plenamente integrado en la sociedad; legal, cumplidor y productivo eran adjetivos que le venían que ni al pelo. Su única tara era que percibía el mundo bajo otra luz, con ojos propensos a buscarle tres pies a gatos ajenos. Sí, joder, qué mala suerte... El indeseado ef